Hace 137 años inició la magna obra que uniría a Mérida con Progreso, que sería el detonante comercial e industrial del Estado.
Cuando la aurora despuntaba en aquel amanecer del 1 de abril de 1875, ante el alborozo de numerosos yucatecos que anhelaban la prosperidad del Estado, se colocó el primer riel con el que se iniciaba la instalación del camino de acero que comunicaría a la capital Mérida con el puerto de El Progreso (así se le conocía entonces a Progreso).
Al fin se cumplía un viejo sueño de la sociedad, de comerciantes y de industriales yucatecos.
Un puñado de hombres visionarios y de ancho corazón habían superado toda serie de obstáculos para echarse a cuestas esa "labor de romanos".
Al frente de ellos destacaba un ciudadano idóneo, de trayectoria impecable, don José Rendón Peniche, quien había coadyuvado al triunfo del Gral. Manuel Cepeda Peraza contra el Imperio de Maximiliano de Habsburgo y que al frente del Ayuntamiento meridano (hasta 1874) había dejado constancia de su laboriosidad y honradez. El, con otros preclaros ciudadanos, iba a emprender la colosal y ansiada obra, la cual sería el detonante de la explosión comercial e industrial del Estado, que lo llevó a ser uno de los principales, si no el principal, del país en aquellos lejanos ayeres.
El primer carril.
A las 4 de la mañana del 1 de abril de 1875 la gran mayoría de los meridanos despertó al escuchar el ruido de cohetes y voladores, música y vítores. Se saludaba la aurora del día en que iba a darse inicio a la construcción de la vía férrea, con la colocación de los primeros rieles que comunicarían a Mérida con el vecino puerto.
El hecho era más que motivante para que miles de yucatecos en forma entusiasta se dieran cita al histórico acto, en el que Yucatán entraba a la era de la modernidad en las comunicaciones, superando la época de los viajes a caballo o en carruajes y diligencias por los empolvados y pedregosos caminos.
La ceremonia tuvo lugar en la plaza del barrio de La Mejorada, a las 7 de la mañana.
El lugar lucía lleno de carruajes y de gente que se agolpaba principalmente en La Casa Municipal, cuyos salones estaban preparados anticipadamente para recibir a la numerosa concurrencia.
En el lugar había una placa con el nombre de don José Rendón Peniche, el hombre de fe inquebrantable, de corazón heroico y de acendrado patriotismo, quien era el alma de la magna obra.
Y sobre la placa, estaba el pabellón tricolor, y al pie, un gran cuadro en el que se mencionaban los decretos de concesión y traspaso relativos al nuevo sistema de ferrocarriles.
También estaba el plano de la nueva ruta ferroviaria que llevaría hasta Progreso y otro cuadro con la lista de nombres de todas las personas que tomaban parte en la empresa y los trabajos.
El entonces ilustrísimo Obispo de Yucatán, Leandro Rodríguez de la Gala y Enríquez, fue quien bendijo el inicio de la obra y roció con agua bendita los primeros carriles, en solemne ceremonia que se verificó a las 8 de la mañana en la iglesia de la Virgen del Carmen, de La Mejorada.
Enseguida, según las crónicas de la época, los carriles ya bendecidos fueron trasladados por los obreros al sitio, donde los "padrinos" dieron los primeros martillazos, para que enseguida iniciara la música militar con los sublimes himnos. Tras ello, hubo tres salvas de cañonazos, las campanas del templo de La Mejorada repicaron a vuelo y se levantó de todas las bocas de los presentes el clamor que formaba el más armonioso de los ruidos.
Don Francisco Zavala ocupó la tribuna como presidente del Consejo de Administración de la obra y pronunció un discurso corto pero lleno de emoción. Luego también desfilaron sucesivamente por el estrado don Benito Aznar Pérez, presidente de la Diputación del Comercio; don Manuel Dondé, uno de los principales exportadores; don Juan Miguel Castro Martín, representante de los hacendados y fundador de Progreso; don José Millet Hubbe, representante de la sociedad "La Unión"; don José Correa Cantón, del Conservatorio Yucateco, y don Joaquín Castillo Peraza, del Liceo de Mérida.
Posteriormente, el joven redactor del periódico oficial, Javier Santamaría, leyó, conmovido, una bella composición poética.
Y de los discursos pronunciados, el del Sr. Dondé fue el más emotivo, al expresar que "bendiga, pues, a la providencia que nos ha concedido inaugurar esta vía que une en un solo punto las poblaciones de Mérida y Progreso, que tendrá como ventaja producir mayores avances, aumento de empleos y crecimiento del comercio y de la industria de Yucatán, y esta vía es sólo el principio de una red que se extenderá por todo el Estado y que comunicará a las principales poblaciones de la entidad".
La sociedad "La Unión" ofreció al señor Rendón Peniche una corona simbólica y tras el acto, la gente se fue esparciendo a lo largo de los nuevos tramos de la vía férrea, en donde el ingeniero Vicente Méndez, encargado de la construcción, dirigía la obra.
Y así, poco menos de seis años después de haberse colocado el primer riel, el 15 de septiembre de 1881, la locomotora "Guadalupe" salía de la estación de La Mejorada con rumbo a Progreso, surcando los blancos arenales del vecino puerto.
Los forjadores del "monstruo de acero" extenderían posteriormente las redes ferroviarias en 900 kilómetros, llegando hasta poblaciones como Ticul, Peto, Izamal, Halachó, etc., dando paso al nacimiento de los "Ferrocarriles Unidos de Yucatán" (FUY), que luego de la Revolución se convertirían en "Ferrocarriles Unidos del Sureste" (FUS), parte de "Ferrocarriles Nacionales de México" (Ferronales o FMN).
Así, los FUY fueron por largo período un ejemplo del esfuerzo y dinamismo de los yucatecos que, justo es recordarlo, con el mismo aliento lograron darle a la entidad una de las mejores flotas marítimas que surcaron los océanos del orbe en aquellos tiempos, haciendo de Yucatán un emporio de riqueza, desde donde se exportaba el famoso "sisal" (henequén) a todos los puntos del planeta.
Autor del reportaje: Julio Amer.
Referencia: Grupo Sipse.com