martes, 7 de junio de 2011

A Papá en su quinto aniversario luctuoso.

Padre e hijo
Querido Papá:

Como todos los días, después de tu partida, amanece y tu no estás; cuanto extraño tu presencia, tus pasos, tus ires y venires por toda la casa, tus prisas, tus conversaciones, tus regaños y... tus bromas.

Extraño esas tus bromas que me volvían loco, ese tu gran sentido del humor, tu risa y tus consejos, esos consejos a veces no pedidos, pero siempre agradecidos.

Hace ya algun tiempo que partiste y aún no me acostumbro a la soledad de la casa sin tí.
Ya se que estoy acompañado por Mamá y por mis hermanos, pero ellos, aunque les quiero bién, nunca podrán llenar el vacío que dejaste con tu partida.

Solo tu recuerdo continúa conmigo y ese recuerdo me hace felíz pero al mismo tiempo me hace sentirme desdichado porque ya no estás físicamente con nosotros. Y es que el cariño es así; te lleva al cielo y te precipita al infierno en un momento.

¿Te acuerdas de las tardes en que sentados a las puertas de la casa conversábamos de mil y un temas mientras contemplábamos el crepúsculo, en que los últimos rayos del sol pintaban con una sinfonía de colores las nubes?. Ese, decías, era tu momento favorito del día.

¿Recuerdas como debatíamos de cualquier cosa: de política, de economía, de poesía, de trabajo y de tu tema favorito: la religión?.

Casi siempre me ganabas, no se como le hacías para convencerme, y yo, felíz de perder ante un adversario de tu categoría; aunque también yo tenía, de vez en cuando, mis pequeñas victorias las cuales reconocías...aunque no de muy buena gana. ¡Qué tiempos aquellos Papá!.

Recuerdo como en más de una ocación, al pedirte un consejo, solo me decías:
—Haz todo lo que esté en tus manos y solo si después de agotar tus recursos todavia no encuentras la solución pide la ayuda Divina y déjalo en manos del "Patrón de allá arriba" (así te referías a Dios). El sabe de tus problemas; si tiene remedio, ¿para qué te preocupas?... y si no lo tiene, ¿para qué te preocupas?; eso sí, mantente atento y verás que nuestro querido "Patroncito" no te falla. Después, independientemente del resultado, debes de darle las gracias por los favores recibidos.—

Confieso que no entendí, ese tu dicho favorito, hasta poco despúes de tu partida; lo entendí al enfrentarme a un desagradable problema que creí sin solución.

Después de tratar de solucionarlo sin exito, decidí llevar a efecto tu consejo invocando la ayuda divina y manteniéndome a la espectativa por si acaso, y para mi sorpresa, se solucionó de la mejor manera posible y a escasas dos horas de haberlo pedido.

¡Funcionó!, si, funcionó dejarlo todo en las manos de Dios y que las cosas sigan el curso que tienen que seguir y  dí las gracias al Padre eterno desde el fondo de mi corazón como tu me aconsejaste y hé de confesarte que me sentí muy bién al hacerlo. ¿Sabes una cosa?, ¡"El Patrón de allá arriba" trabaja rápido!.

Ahora, con la experiencia adquirida con los años, aún brego contra corriente con los problemas, que de no encontrarles solución, ellos (los problemas), pasan a las manos expertas del "Patrón de allá arriba", como tu le decías.

Me gusta recordar el pasado porque en el estás TÚ, un pasado felíz y triste al mismo tiempo, un pasado lleno de luchas, de lágrimas y de risas, de triunfos y de fracasos, de alegrías y de tristezas, un pasado lleno de vida y de esperanzas, pero sobre todo, un pasado lleno de amor hacia los tuyos.

En fín, la vida sigue su curso y solo me queda esperar el día en que nos reunamos de nueva cuenta.

Ahora, ante tu tumba recien cubierta de flores, elevo una oración por tu alma y enciendo una veladora en tu honor. Hasta siempre Papá, hasta que el Padre Eterno (el "Patrón de allá arriba"), nos reuna otra vez.

Con profundo amor y respeto, tu hijo: Luis.

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